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miércoles , mayo 1 2024
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LORENZO PEPE / El abrazo de Perón

Por LORENZO PEPE *

 

Una anécdota cargada de afecto y cariño.

Corría el mes de febrero de 1966. La Central Obrera atravesaba un proceso de crisis de representatividad muy profunda. Los referentes, hoy conocidos como “Gordos”, estaban en caída libre frente a la opinión general de los trabajadores organizados en Sindicatos. En esa oportunidad, nos tocó jugar un papel significativo. Había que crear una alternativa sindical que permitiera confrontar con la lentitud de un Gobierno, que le costaba “arrancar” en procura de una distribución de la riqueza más igualitaria reivindicando a los sectores más vulnerables. Unos meses después, precisamente el 28 de junio de 1966, se produce el Golpe de Estado encabezado por Juan Carlos Onganía que se autotituló “Revolución Argentina”.

Había que viajar a Puerta de Hierro en Madrid, España. Mi visita al General Perón se produce antes del Golpe y por disposición de mis compañeros -todos ellos importantes dirigentes Sindicales en su época, valientes y que fueron capaces de jugar su estabilidad laboral y su propia libertad- me designan para llevarle al General un minucioso detalle de los acontecimientos por los que estaba atravesando el Movimiento Obrero. Grande fue la sorpresa por la designación, pero también fue un gran honor haber viajado a verlo a Perón en el exilio.
Como no había plata para pagar el pasaje en avión, el ex Ministro de Relaciones Exteriores, Jerónimo Remorino, colocó el dinero y me solicitó si me podía acompañar -sin dudas para estar enterado de mis movimientos en Madrid ante Perón- Jorge Paladino, que luego sería Secretario General del Justicialismo en Argentina durante un lapso prolongado designado por el propio Perón.

Así fue como llegamos a Madrid y tuvimos unos días de espera. Paramos en un Hotel humilde, pero confortable. Compartimos el dormitorio con Jorge y ahí esperamos con paciencia que llegase el llamado de la Residencia del General Perón, que ya estaba acompañado por Isabel Perón. El chalet tenía el nombre “17 de Octubre”.
En ese momento aparece un emblemático personaje que mucho tuvo que ver con el primer encuentro que lleve a cabo con Perón. Era precisamente, Jorge Antonio, a quien lo recuerdo con gratitud por su bonhomía, por haberlo ayudado a Perón económicamente hablando en el exilio, de paso conviene recordar que no había fortuna alguna que apoyara el exilio de Perón. Dicho de otra manera y más lunfardo, Perón era un “seco”.

Así fue como una noche alrededor de las 23:30 sonó el teléfono de la habitación, el conserje pidió hablar conmigo y me manifiesta el mensaje textualmente: “Señor Pepe, hemos recibido un llamado de la Residencia del Señor General Juan Perón que solicita que con toda premura usted se encuentre con él”. La verdad es que no sabía bien que hacer, si irme en ese mismo momento o intentar verificar si era para el día siguiente en razón al horario en el que llego el aviso. Le dije a Jorge Paladino “yo me cambio y me voy a verlo a Perón ahora. “Es muy tarde”, me dijo Jorge. Yo conteste que “no importa, en todo caso pegaré la vuelta. Pero hete aquí que al bajar la escalera y salir del Hotel La Gran Vía, famosísima Avenida de los españoles en Madrid, había un Mercedes Benz en la puerta y del mismo alguien me chistó, me agaché para ver quién era y Jorge Antonio estaba al volante: “Veni Lorenzo que yo te acerco”, me gritó. Y yo más rápido que ligero me zampé en el asiento del acompañante del conductor y salimos raudamente hasta Puerta de Hierro, un barrio aledaño a la Capital española.

Jorge Antonio era muy conocido, inclusive por la Guardia Civil, así que no le pusieron objeción a él, pero sí a mí y me preguntaron qué iba a hacer. No les dije, obviamente, que iba en representación del Movimiento Obrero Argentino, sino que era un turista que quería saludar a un hombre importante para millones de argentinos y para la República, como era Juan Perón.

Me palparon de armas y me permitieron acceder. Ahí en el porche estaba Juan Perón con su saco de fumar y una de sus manos colocadas en el chaleco que tenía puesto. Yo tenía que subir tres escalones, pero la impresión de verlo a Perón de carne y hueso ahí parado fue de una emotividad muy grande, que aún hoy, cuando la recuerdo, me conmueve.

Yo iba con la mano tendida y él con su voz arenosa me dijo “la mano no Lorenzo, el abrazo” y fundió su cuerpo apretándome fuertemente contra su tórax. Yo era un joven de 32 años y él tenía 70. Me apretaba de tal manera que sentí que mis costillas del tórax golpeaban contra las suyas. ¡Qué abrazo madre mía! Me sigue conmoviendo.
Quedé pensando durante los 21 días que estuve en España -15 días me reuní con él entre las 17hs y las 24hs de cada día- el por qué apretaba tanto. Antes de regresar para Argentina, en mi último encuentro me despedí del General y saqué fuerza de donde no las tenía, porque me daba vergüenza preguntarle, el por qué de ese abrazo ¿porqué apretaba? ¿Cuál era la simbología del apriete de sus brazos fornidos? “Disculpe General, quiero hacerle una pregunta”, él contestó “pregunte, pregunte”. Y yo pregunte “¿por qué aprieta General?”. Él repreguntó “¿Qué es lo que aprieto?” Yo tímidamente contesté “el abrazo General ¿por qué aprieta tanto contra su pecho?” Él rápidamente manifestó “ah el abrazo. Aprieto porque no quería que se sintiera solo Lorenzo”.

¿Se dan cuenta ustedes de la grandeza de ese hombre? La verdad histórica era que el que estaba solo era él. Yo tenía a mi familia y Claudio Lorenzo, mi hijo, tenía 6 meses de nacido.

Aún hoy recuerdo ese abrazo. Les cuento esta anécdota a los jóvenes que vienen a escucharme y los abrazo de la misma manera, mientras yo tenga fuerza, los aprieto contra mi pecho para que no se olviden nunca.

El Peronismo da la mano la primera vez, en el caso de Perón no fue así, porque él me dijo “la mano no Lorenzo, el abrazo” y eso se llevó a cabo.

Más adelante, cuando me quede algún tiempo, les contaré alguna de las anécdotas más importantes, las que pueda contar, porque otras me prohibió que lo hiciera. Mientras tanto, saboreen este relato que me parece a mí que a todo buen Peronista, mujer y hombre, debe emocionarlo porque quiero compartir con cada uno de ustedes el apretón fuerte para que las costillas de ambos tórax crujieran un poco en el apretón.

Un abrazo para todos.

 

*Diputado nacional (MC) y militante histórico del movimiento peronista

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